UT
PICTURA POIESIS
En
uno de sus más inquietantes y excelentes relatos, titulado El grabado, M. R. James nos va describiendo cómo se produce la
progresiva desazón y hasta el verdadero terror del protagonista al darse cuenta
de que, en un cuadro que h allegado por causalidad a sus manos, va teniendo
lugar una serie de cambios en el escenario pictórico que acaban por reproducir
un suceso ominoso: el secuestro y posterior asesinato de un niño. Éste es,
obvio es decirlo, uno de los muchos ejemplos que se pueden mencionar a la hora
de abordar los muy diferentes acercamientos que desde la literatura y otras
artes se han hecho a a hora de ver el fenómeno de la pintura. Evidentemente, en
unos casos el escritor no utiliza ésta –un cuadro en particular – más que como
telón de fondo o excusa para lograr sus particulares objetivos. En cambio,
otros se detendrán en análisis, descripciones o intentos más o menos logrados
sobre la esencia, sobre la dificultad o sobre la imposibilidad que, a veces, supone la creación de un arte tan
especial como lo es la pintura.
La tentación del éxito.
Nikolai Gógol narra en un cuento de los
que se incluyen en su libro Historias de
San Petersburgo la desesperación e impotencia de un pintor que, habiendo
obtenido un rápido éxito en su juventud, se va poco a poco conformando con pintar
cuadros fatos de ambición y sentimiento, si bien estos le reportan pingües
beneficios. Algo similar le ocurre a Watersouchy, pintor holandés que da título
a un relato de William Beckford. No así al protagonista de La extraña muerte del pintor Francesco Francia de W. H.
Wackenroder, que pese a ser admirado como el
mejor pintor de su época, descubre entre humilde y asombrado a Rafael,
su contemporáneo. Darse cuenta de su inferioridad respecto a él, debilitarse
sus fuerzas y cansarse su espíritu serán las consecuencias de una vida que
inevitablemente termina con un íntimo fracaso.
Caso muy diferente es el que plantea Rudyard Kipling en La luz que se apaga. Con ciertos ecos inequívocamente
autobiográficos, esta no sólo es una novela sobre el aprendizaje en el más
amplio sentido de la palabra, sino también constituye un acercamiento sensible
al mundo de la infancia, pero sobre todo supone una visión de contagiosa
exaltación sobre la creación pictórica. Por su acercamiento al mundo del
pintor, por su descripción de cómo se crea una obra de arte y por reflejar, en
último término, la imposibilidad de alcanzar todas las búsquedas que el ser
humano persigue, esta obra se encuentra entre las más logradas de s que se
ocupan del tema que estamos tratando.
Obsesiones.
Como es lógico, cada artista proyecta en
sus obras sus particulares obsesiones, con mayor o menor acierto encada caso.
Pues bien, buena muestra de ello son dos
casos realmente paradigmáticos dela literatura decimonónica. De un lado, El retrato oval es uno de las más
famosos cuentos de Edgar Allan Poe, y no podía ser de otra forma si tenemos en
cuenta que se nos presenta la creación de una obra de arte – el cuadro que da
título al cuento -, que obtiene su belleza asombrosa de la que va absorbiendo a
la mujer del protagonista, un pintor empeñado a toda costa en plasmar en su
lienzo la deslumbrante hermosura del rostro de su esposa, que logrará a cambio
de la muerte de la misma (¡qué oportunamente incluía Jean-Luc Godard es una de
sus películas la lectura del fragmento final de ese relato, puesto que también
el cineasta francés extraía la belleza del rostro de la protagonista – y esposa
en la vida real – para matarla al final de ese extraordinario filme que es
vivir su vida!).
A Óscar Wilde, en cambio, lo que le mueve
en su conocidísima novela El retrato de
Dorian Gray es el indagar e la eterna dualidad del ser humano: los
conflictos entre el bien y el mal, la oposición entre belleza fealdad, la antítesis juventud y vejez, etc.
Todo ello, claro está, salpicado por las características apreciaciones
wildeanas sobre arte, sobre la sociedad británica, las salidas de ingenio y
humor… En realidad, el tema de la dualidad humana no era en absoluto ajeno al
ambiente del siglo XIX, como lo prueban tres casos tan señalados como El extraño caso del doctor Jekyll y Mr.
Hyde, de Stevenson, William Wilson
de Poe o El doble de Dostoievski.
Pese a ser el tema que tratamos más
utilizado por narradores, eso no quiere decir que la pintura no se haya
abordado por parte de también de los dramaturgos. El caso de El pintor de su deshonra de Calderón de
la Barca no es sino uno de los muchos ejemplos de nuestro teatro aúreo, pero no
es menos cierto que ya en el siglo XX un autor de la relevancia de Antonio
Buero Vallejo –no en vano pintor también él –de detiene en Las Meninas y en
Velázquez para hacer una reflexión sobre
el poder y el arte. Más tarde hará lo propio con la figura de Goya, lo que no
deja de ser significativo respecto a su visión de la pintura en general y de
los pintores en particular.
Pintura
y cine.
Tampoco el cine permaneció
indiferente a la atracción suscitada por la pintura, algo comprensible habida
cuenta de que ambas artes trabajan sobre elementos muy similares: el tratamiento
del color, el encuadre, la iluminación, la disposición de los objetos,
etcétera. El loco del pelo rojo
(asombroso título español para el original Lust for life) refleja
la vida de Van Gogh, pasada por el tamiz de Hollywood. En cambio, Jacques
Becker impartía e su aproximación a la vida de Amedeo Modigliani un toque
humano, a la vez que reforzaba los aspectos
rabiosamente románticos de la biografía del pintor en Montparnasse, 19.
No obstante, quizá la aproximación más
implicada, cómplice e íntima, que vuelve al espectador protagonista de la magia
de la creación pictórica, entre otras muchas cosas, la encontramos en El sol del membrillo, de Víctor Erice.
Recordamos el esfuerzo de Antonio López por pintar un membrillo, intento que se
salda con un fracaso, aunque qué hermoso es presenciar ese intento noble,
humilde y apasionado al mismo tiempo y qué gran privilegio ser testigos de esa
búsqueda, de ese anhelo.
Durante mucho tiempo, y dadas las
dificultades de encuentros entre jóvenes, era corriente e intercambio de
retratos, como lo evidencia el teatro clásico español. En no pocas ocasiones,
un personaje reconoce estar enamorándose de la figura retratada, a pesar de no
haberla visto nunca en carne y hueso. Pues bien, mutatis mutandis, el mismo
caso hallaremos en dos excelentes muestras de cine negro americano. En una de
ellas, Edward G. Robinson se convierte en un pelele en manos de Joan Bennett,
habiéndose enamorado de ella a través de un retrato, hasta el punto de llegar
al asesinato por ella (La mujer del
cuadro, Fritz Lang). Por otra parte,
a Dana Andrews le sucede algo parecido en Laura, de Otto Preminger, al ver el
retrato en el apartamento en el que ha aparecido un cadáver que todos piensan
que es el de ella. Pero si perturbadora es la impresión que produce en el
detective el retrato, qué conmoción no experimenta al aparecer allí
Laura…¡viva!
Para terminar, y a modo de apunte, porque
un estudios a fondo llevaría un artículo monográfico, en el cine de Alfred
Hitchcock aparece un número elevadísimo de cuadros como para ser casual. Esos
retratos, paisajes o dibujos actúan unas veces como reflejo de las obsesiones
de un personaje (los retratos de mujeres muertas cuya sombra pesa intensamente
sobre dos mujeres vivas en Rebeca y Vértigo), como avance de algún
elementos posterior de la trama (Psicosis
o Marnie) o como refuerzo de un
punto dramático dentro del desarrollo de la historia (Falso culpable o Con la
muerte en los talones).
…Y
la música.
Cuanto llevamos dicho no quiere decir que
otras artes hayan sido ajenas al interés que despierta la pintura en las
anteriores. Buena prueba de ello o tenemos en Puccini: escoge como uno de sus
protagonistas de Tosca al pintor
Cavadarossi, pero también será de ese oficio uno de los amigos de Rodolfo, el
poeta que protagoniza La Bohème.
Pero es que, además, no podemos dejar de señalar el retrato de Pinkerton que
tanta importancia tiene para Liu-Liu y el de ella que trae consigo el marino americano
en esa extraordinaria ópera que es Madama
Butterfly.
Evidentemente, los ejemplos que hemos ido
citando no son sino una muestra mínima de todo el caudal de influencias que la
pintura ha derramado sobre el resto de las artes en la historia de la
humanidad. Sin embargo, sí creo que son lo bastante ilustrativos de la
importancia de ese arte y de cómo se ha reflejado en todas las demás. Y, por si
fueran pocos, en este mismo blog hay dos artículos más dedicados a este tema y
espero en breve poder añadir un tercero.
José María García Pérez